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Atravesar la jungla: ¿solo o bien acompañado?


La jungla

Todos sabemos que convertir la idea que tenemos en la cabeza en una idea de negocio viable no es nada fácil. Capitanear una actividad económica, tanto si lo hacemos solos como si tenemos socios, puede resultar en la mayoría de casos algo así como atravesar una jungla en la que caminamos apartando multitud de obstáculos para poder ver la luz al final: los trámites de inicio de actividad, el sistema de tributación español, los competidores, la política de precios, la necesidad de financiación, y un largo etcétera que podría no tener fin.

Lo primero que el emprendedor/autónomo/empresario, o como lo que queramos llamar, tiene que saber es que precisamente no sabe de todo. El maestro liendre en los negocios es muy, pero que muy peligroso, sobre todo para él mismo y para el futuro de su negocio. No podemos atravesar una jungla pretendiendo saber solucionar todas las vicisitudes en las que nos vamos a ver. Podremos hacer un apaño, pero si contamos con uno o varios buenos compañeros de viaje con total seguridad saldremos antes y con menos rasguños de la situación.

Por compañero de viaje no sólo me estoy refiriendo al asesor (aunque será a quien defienda a capa y espada más adelante), sino a todo tipo de colaboradores que probablemente sepan más que nosotros de estrategia de ventas, marketing online, posicionamiento web, fiscalidad, relaciones laborales, etc. Querer ahorrar en determinadas cosas en un negocio es como no querer llevar a un niño al dentista cuando aún tiene los dientes de leche.

Pues bien, el asesor hace años era para los autónomos y para las empresas aquel al que se le daban montañas de facturas, papeles de toda clase, tickets entre las montañas de facturas, que iba de un lado a otro con una carpeta marrón debajo del brazo a las oficinas de la administración que tocase, y que de vez en cuando tenía tiempo para asesorar y ahorrar dinero a sus clientes. Las cuotas de estos no estaban al alcance de todos durante la crisis, así que en este tiempo emergió de las aguas de internet una nueva especie de asesor con cara de pantalla de ordenador que por "ná y menos" soluciona la vida fiscal y laboral a miles de autónomos.

Nosotros pensamos que el asesor hoy día debe cumplir estas características básicas para ser un buen compañero en el carrera de fondo de una empresa:

- Hablar el mismo idioma tecnológico que sus clientes: el futuro es presente, y quedarse obsoleto en la aplicación de las nuevas tecnologías de la comunicación es demasiado arriesgado para cualquier negocio. La digitalización de cualquier tipo de asesoría es imprescindible para dar respuesta al ritmo que se necesita.

- Presentar impuestos sí pero, ¿qué más?: asesorar a un autónomo o a una empresa tiene que ir más allá de llevar una buena contabilidad y presentar impuestos a final de trimestre. La viabilidad del negocio, la necesidad de financiación o el ahorro de costes innecesarios son algunos aspectos que se tienen que trabajar con el asesor para que nuestro negocio esté engrasado y funcionando a pleno rendimiento en la parte económica.

- Cercanía en la distancia: el asesor debe utilizar toda la tecnología necesaria para agilizar ciertos procesos, pero no puede ocultarse detrás de una pantalla de ordenador o de una mesa grande de caoba. El asesor tiene que ser cercano, estar predispuesto a facilitar información que mejore el día a día de la empresa y sobre todo trabajar codo con codo para que la idea de negocio salga adelante.

Es cierto que contar con un servicio de asesoramiento que cumpla con estas premisas no cuesta "ná y menos", pero la diferencia para nuestro negocio entre contar con un servicio básico o un asesoramiento de cercanía puede verse reflejado en la competitividad que demostremos frente a otros que vendan el mismo producto o presten el mismo servicio que nosotros. Es decir, ver la luz al final de la jungla o ser un esqueleto más dentro de ella.

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